También hicieron presencia los nervios hasta que aparecieron los primeros corredores de cabeza. Fue nuestro pistoletazo de salida y a por ellos. Al principio el pelotón fue numeroso y les dimos cuartelillo animándoles, pero sin despistarnos de los primeros. Poco a poco, sin darle mucho “gas”, nos fuimos posicionando con los primeros atletas. Yo me adelanté en posición de cabeza y conseguí sacarle distancia a David. Según se desarrollaba todo, resultaba cuando menos curioso. Atletas corriendo a mi lado peleando por un primer puesto, gente que no conozco realizando un gran esfuerzo, el público animando en las aceras, las motos de los fotógrafos y comentaristas, la policía… y yo en un monopatín eléctrico luminoso que parece un ovni. Os puedo garantizar que es una gran experiencia. Cercanos a la meta sólo quedaban tres corredores junto a mí. Dos de ellos se despegaron y el tercero se quedó un poco descolgado. Le animé un rato intentando que continuara en el grupo, pero no pudo. Le di al gatillo y en un suspiro me coloqué en cabeza. Los dos corredores empezaron a esprintar en el tramo final, consiguiendo sacar una notable ventaja el primero frente al segundo. En esos momentos me surgió la duda de retirarme por un lateral y no pasar por meta intentando no molestar. La duda me duró poco al ver que el tercer corredor estaba muy retrasado. De este modo entré el tercero en meta como un campeón y el primero con monopatín.
He de confesaros que me quedé con ganas de darle un poco más al acelerador y entrar el primero rompiendo la cinta del vencedor. Un dato curioso es que me tomaron tiempo como al resto de participantes al pasar por la línea de meta.
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